O quizá de miope. Todos los ordenadores en los que había instalado Ubuntu 9.10 funcionabam a las mil maravillas ... salvo el de mi despacho. Cada vez que me conectaba a red, o iniciaba la actualización, o estaba instalando paquetes con cierto volumen (por ejemplo, R, con ciento y pico paquetes) la conexión tardaba mucho en comenzar, por ejemplo Firefox estaba un rato resolviendo las direcciones, o la instalación o actualización se cortaba en el medio y tardaba varios minutos en resolverse. Después de varios días mirando y remirando la instalación, las propiedades de cada tarjeta (esta placa madre lleva 2 gigabite y una inalámbrica), la IP (aquí es fija), hacer miles de pings y pongs y no se que más cosas no me quedó más remedio que llamar a nuestros famosos cinco cincos (55555). A través de la red no detectan nada anormal, no me habían cortado el acceso por usar Ubuntu ni estaban vigilando que suelo visitar. Llegó el técnico y estuvimos un rato trasteando hasta que se dio cuenta de que en las IPs de los DNS me había olvidado de poner un 1. Ese era el secreto; no encontraba el primer DNS y pasaba un rato hasta que tomaba el segundo. Todo solucionado, pero esto han sido 3 días viendo el mismo número unas 200 veces y no darse cuenta de que faltaba un 1. Me está bien por no poner las gafas, y por no fijarme lo suficiente. La mente cree que estaba ahí el 1, y para mi estaba y no faltaba.
Dos conclusiones: uno, ponerse las gafas; dos, 4 ojos ven más que dos.
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